sábado, 18 de mayo de 2013

Tardes de dulzura

Me llamó la atención desde el primer momento uno de los temas propuestos para realizar el artículo. Me parece interesante que, de vez en cuando, reflexionemos sobre aquellas cosas que nos producen placer, y que a primera vista puedan resultar insignificantes. 

Durante un gran rato estuve pensando sobre qué podía hablar. Primero, pensé en el gran placer que me proporciona la lectura, que me evade de la realidad y que me transporta a tantos lugares. También, pensé en la música, que creo que es la medicina de todo el mundo para los malos momentos.

Sin embargo, cambié de parecer en cuanto vi una foto, que tenía en mi móvil, y de la cual no me acordaba en absoluto. En ese momento, supe cuál era el pequeño placer del que iba a hablar.

La repostería.

Pero, esta actividad o afición, únicamente puedo considerarla como placer, siempre y cuando sea con mi madre.


El don de ella, sin duda, es la cocina, cosa de la que yo misma no puedo presumir precisamente, porque en ese sentido, soy un completo y absoluto desastre. Creo que no exagero cuando digo que mi madre hace magia al cocinar. 


Me encantan esas tardes en las que no tenemos nada interesante que hacer y me propone hacer una tarta, unas magdalenas o unas simples galletas . Pienso que es uno de mis pequeños placeres, ya que no es algo de lo que podamos disfrutar todos los días: Yo tengo que estudiar y ella tiene que trabajar. Y además, otra de las razones por lo que me gusta tanto, es que nos encanta todo este tipo de pasteles, para que engañarnos.

La última vez que disfrutamos de una tarde de repostería, como la que describo, fue en verano, que nos dedicamos a hacer magdalenas de chocolate (La foto no es de muy buena, pero se puede apreciar un poco el resultado), que para mi gusto, quedaron deliciosas. 

El hecho de que me guste tanto esta actividad, no es por la repostería en sí, sino por compartir algo que nos gusta a mi madre y a mi. Esas tardes en las que nos convertimos en pasteleras, siempre terminan llenas de risas y con alguna anécdota que contar. Además, siempre me enseña algo nuevo.

Me gustaría, que en un futuro, pudiera tener ese don que posee ella, no solo para la repostería, sino para la cocina en general.

En definitiva, tengo mucho que aprender de una gran maestra,  
mi madre